Aunque afirmar que “los medicamentos siempre deben tomarse bajo supervisión médica” puede parecer una obviedad, lo cierto es que son muchos los que deciden reducir un dolor de cabeza con un Paracetamol, acabar con los dolorosos síntomas premenstruales tomando Naproxeno o mermar una contractura cervical con una dosis de Diazepan. De hecho, y según el Estudio de Observación del Futuro del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NID), “más de cincuenta millones de de personas (algo así como el 20 por ciento de los mayores de 12 años) habrían consumido medicamentos de prescripción por razones no médicas al menos una vez en su vida”.
Esta acción que apuesta por esa tendencia a “ver qué me puedo tomar de todo lo que tengo en mi cajón de las medicinas”, es un arma de doble filo que puede llevarnos a sufrir problemas de salud o una dependencia directa a determinados fármacos.
De los muchos medicamentos de los que dispone la industria farmacéutica, los de prescripción son los que más quebraderos de cabeza dan a los médicos en lo que “automedicación” se refiere y es que hablamos de fármacos fuertes (en algunos casos incluso “muy fuertes”) -como la codeína o el diazepan- que buscan dar solución a un cometido concreto y que, en ningún caso, deberían tomarse sin control.
Considerado un problema grave de salud pública, este abuso de medicamentos de prescripción está siendo alarmante en países como Estados Unidos donde la falta de control médico a la hora de tomar fármacos como la morfina o el tramadol han hecho que la curva de adictos se eleve de forma exponencial y en muy poco tiempo. Sí… hablamos de personas con un nivel de dependencia alto a ciertos medicamentos y que, en algún momento de su vida, podrían -incluso- tener que pasar por tratamientos de desintoxicación.
¿Cuáles son los medicamentos más adictivos? Según el último informe del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, los medicamentos que mayor grado de dependencia podrían provocar en el paciente (de no ser ingeridos bajo supervisión médica) son:
- Las benzodiacepinas: La capacidad para disminuir la actividad de nuestro cerebro es lo que hace que las benzodiacepinas (diazepan, lorazepan y alprazolam) sean las reinas en el mundo de los sedantes. Perfectas para tratar los diferentes problemas del sueño o los derivados de crisis nerviosas, estos fármacos pueden ser auténticas bombas si no se toman bajo prescripción médica.
- Los opiáceos: Como el tramadol, el fentalino, la morfina o incluso la popular codeína (sí, esa que muchos hemos tomado para poner fin a la tan molesta tos secas). La función de todos estos medicamentos es reducir la intensidad de esas señales de dolor que llegan al cerebro.
- Los estimulantes: Aunque la cafeína sería el estimulante más conocido por todos, no hay que perder de vista la oximetazolina, el componente de esos poderosos descongestionantes nasales que pueden comprarse en farmacia sin receta y a muy bajo precio. ¿El principal riesgo? El efecto rebote. Y es que de ser usado de forma prolongada, el paciente se verá obligado a aumentar la dosis para descongestionar su nariz.
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